¡Cualquier cuerpo sumergido en un líquido a veces tiene una gran barriga!
Definición
Hundirse como un plomo: esta parece ser la palabra clave del buceo ya que el destino de cualquier cuerpo vestido de neopreno sumergido en un líquido es ascender. Grande es pues la tentación de lastrar dicho cuerpo con plomo para poder finalmente hundirse; y por lo tanto bucear.
Sinónimos
Kilogramo | kg | libras | Peso | Lastre | Clientes potenciales | cinturón de pesas
Entrada
¡Dos cartas más! Cuando comencé a escribir este “scubabécédaire” con sus 26 letras del alfabeto francés, no tenía idea de la dificultad del ejercicio y el tiempo que necesitaría para completarlo. Pero me estoy acercando al final de la obra y eso me quita un gran peso de encima.
Plomo en la cabeza
K… Es cierto que con un tema así, es fácil acumular kilos. Quiero hablar esta vez sobre la unidad de medida del peso, el kilo. Que indica el valor del lastre, en forma de pesos que los buzos están obligados a llevar a la cintura; ya menudo demasiados – recuerda que un buen buceador es un buceador viejo y que debe tener más plomo en la cabeza que en el cinturón…
Por lo tanto, es necesario lastrarse para practicar el buceo. Por muchas razones. Primero, para compensar la flotabilidad del traje de neopreno (y más aún de un traje seco inflado) que se comporta como una verdadera boya. De hecho, en principio, un buceador desnudo no necesita lastrarse para descender y permanecer en el fondo. ¡Pero apesta!
Luego, en relación con la salinidad del agua, que es más o menos densa y que modifica mucho la flotabilidad: en agua dulce se pueden sacar fácilmente del cinturón 2 o 3 kg, mientras que en Mar rojo (muy salado) mi casi quintal requiere 12 kg para dignarse evolucionar en agua clara…
¡Finalmente, la capacidad de nuestros pulmones! Las personas sanas tienen en promedio una capacidad pulmonar de 4 a 5 litros, pero algunos apneístas (a los que no les falta aire) ¡muestran un pecho inflado a 10 o 12 litros! Lo que, matemáticamente, representa de todos modos de 4 a 12 litros de aire entre inspiración y espiración y por tanto, desde que Arquímedes se bañó, equivale a 12 kg desplazados.
Esto se llama el “pulmón de lastre“, técnica que los (viejos) y buenos buceadores conocen perfectamente para equilibrar: cuando soplas, te hundes; cuando inflas tus pulmones, subes. ¡Pero golpe, nombre de pipa! Vas a explotar tus células. Esta no es una columna sobre neumotórax…
Finalmente, un último factor en el que no siempre pensamos: el peso del gas transportado y respirado (¡1,293 g por litro de aire!) ¡que rápidamente asciende a kilos! Todos los principiantes han tenido la experiencia de encontrarse demasiado ligeros al final de la inmersión y de no poder mantener el nivel con el tanque casi vacío. Afortunadamente, el bondadoso instructor se sacará del bolsillo unas cuantas bolitas sobrantes, en el gesto condescendiente de un mago...
Plano
Así es como durante nuestras largas inmersiones bajo tierra, para lastrar el traje impermeable inflado y las enormes cantidades de gas que se llevaban, el lastre a aportar superaba fácilmente los diez kilos...
Es por eso que reemplazamos el plomo en la medida de lo posible con baterías de iluminación de cadmio/níquel o plomo (!), que pesaban un yunque en ese momento, como explicamos en elartículo sobre Lumen...
llenar el estado de ánimo
Por supuesto, habría sido estúpido cargar con pesos al planear una inmersión que requiriera una caminata de aproximación larga y extenuante. Quiero hablar de las inmersiones lejanas de los sifones al final de cuevas interminables o en el fondo de simas o incluso en lagos de gran altura. En este caso utilizamos con más o menos éxito losas de piedra recogidas en el lugar, fijadas sobre las botellas y en bolsas de cinturón. Debido a la densidad relativamente baja de la piedra, se necesitaba mucha, lo que nos hacía parecer larvas de tricópteros tipo “puerta de madera”…
Así se procedió a la exploración de los sifones terminales del Abismo de Padirac o para inmersiones en el Lago verde en los Alpes italianos donde por las mismas razones del aligeramiento, habíamos decidido sumergirnos con neoprenos de 3mm… ¡en agua a 5 grados! Mis testículos aún lo recuerdan.
Postre
Entonces ? ¿Cuándo y cómo procedimos a lastrar a los buzos que, apenas vestidos de goma, chapoteaban como los corchos de los pescadores, sin esperanza de hundirse jamás?
La historia lo ha olvidado. Pero muy pronto, los primeros buzos con casco (accesorio de cobre y latón para experimentar la claustrofobia) se equiparon con un pesado pectoral de plomo y zapatos con suela del mismo metal para poder descender y caminar literalmente bajo el agua, lo cual es el origen de su apodo “pies pesados".
Una historia ligera
Luego, para los “buceadores autónomos” aparecieron los “cinturones” donde se enhebraba la cantidad de pesas de un kilo necesarias. Estaban hechos de algodón trenzado blanco con una banda roja y hebillas de "liberación rápida".
En ese momento, estábamos buceando con la fantasía de tener un día u otro para "bajarnos el cinturón", lo que, por cierto, nunca me había pasado en cincuenta años de buceo. Aún así, en los entrenamientos, durante una "caída", nos encontrábamos regularmente con el pesado cinturón atascado detrás de las rodillas o detrás de los talones fracturados, irreparablemente arrastrados hasta el fondo...
Estos perdigones, que se deformaban con el tiempo, apretaban tanto la cinta que era casi imposible cambiar su número o posición. ¡Y todos recordamos las largas sesiones de martillazos con un destornillador o un cincel para tratar de quitar los agujeros! Algo para llenar el estado de ánimo...
Al mismo tiempo, algunos acérrimos usaron el "cinturón de Marsella", ignorando cualquier "liberación rápida" en favor de una hebilla clásica, una versión de gran tamaño del cinturón del pantalón.
Estos “marselleses” a menudo pasaban por modas, incluso si el gran cinturón de caucho negro con agujeros tendía a ajustarse mejor al cuerpo.
Hoy, para los amantes del cinturón de lastre, utilizamos un cierre de hebilla, en metal o plástico, que te permite ajustarlo lo mejor posible a tu cintura. Siempre hay que apretar como un sordo a la hora de calzar porque, con el aplastamiento de la prenda bajo la presión, se tiende a acabar con el cinturón a la altura de las rodillas.
¡Está en el bolsillo!
Pero la verdadera revolución del siglo, qué digo, de siglos de siglos, es la aparición de los famosos “bolsillos de lastre” en las chaquetas estabilizadoras. Porque, en su patética tendencia a reinventar el agua caliente, los fabricantes llevan años introduciendo “bolsillos de lastre”, que se supone que hacen obsoletos los cinturones y facilitan el lastrado. Una solución a base de clips, bolsillos, velcros y mapaches, irremediablemente diferente de un fabricante a otro y que no tiene mis favores, os podéis imaginar. Además, mientras buceaba recientemente en Egipto con un "PADI Instructor Instructor" que publicó varios miles de inmersiones, noté con placer que ella también usaba un cinturón...
El principio es unir el peso del chaleco y por lo tanto del traje de buceo. Con, desde mi punto de vista, desventajas importantes: nada más fácil que perder bolsillos de plomo similares que no sabes muy bien dónde poner, sin mencionar el título de ingeniero de sistemas necesario para esperar entender cómo usarlos...
Entonces, puedes practicar un salto recto académico y, nada más entrar en el agua, perder los bolsillos lastrados que irán directamente hacia las zonas calvas de los compañeros que ya están en el fondo... Pero el mayor inconveniente, en mi opinión, se refiere a el centro de gravedad del buceador. Nos conviene llevar las pesas lo más cerca posible del cuerpo para mantener una buena movilidad; sin embargo, el uso de estos bolsillos (delantero, trasero, vacas, cerdos, etc.) desequilibra totalmente al buceador, transformando estos chalecos ya obesos en ascensores inamovibles.
Hasta pronto para una nueva definición de Scuba Bécédaire. El léxico irreverente del buceo, pero no solo. Porque a veces ...
Francis Le Guen
Café
Y por último, el problema de Cornalina: ¡calcular su lastre lo mejor posible! Explicaciones del imprescindible Vincent Defossez de Aquadomia en Marsella.